miércoles, 18 de marzo de 2015

El edicto



Hoy es 18 de marzo del 2015. Tengo tu edicto matrimonial al lado. Para no despertar sospechas hago como si estuviera escribiendo algo importante. Quizá para ellos no lo sea, pero para mí sí lo es, por eso intentaré o fallar. No tener faltas ortográficas, ni redundancias.

No cabe duda que fuiste el amor de mi vida. No me cabe duda que te seguía queriendo pese a los años sin vernos, pese a la incomunicación. Ahora entiendo lo que es el amor de verdad. El amor nunca se va. Se transforma y duele en cualquier momento. Cuando crees que no va a doler más, mentira, ahí está siempre hincando.

Leo, y releo tu edicto, no puedo creer que esté ahí... no puedo creer que exista de verdad. Soñé tanto ver esas letras, pero con nuestros nombres juntos. Una vez me dijiste que me habías soñado con un vestido blanco pero que tú no eras el que estabas a mi lado, sino otro. No te equivocaste. Tu visión fue premonitorio. No seré yo con quien te cases por todas las de la ley este sábado o el otro. Realmente ya no quiero saberlo. No sé si pueda soportar verte vestido de traje, agarrando de la mano a otra chica. Ella se llevó todo aquello que yo siempre quise. Tú. Ahora siento ese temblor del que una vez me hablaste cuando me imaginaste con otro. Ahora siento ese ardor en el estómago. Siento esa opresión. ¿Cómo saldré de esto ahora? Siento que estuve en el suelo y que con tu edicto de mierda me lanzaste una patada justo ahí, en la herida.

Hoy, tras casi desmayarme con tu edicto, me pregunto si tú te enteraste de mi matrimonio. Hoy me pregunto si te dolió, aunque sea un poquito, que yo me haya casado?. Hoy me pregunto si tu día cambio cuando me casé. Nunca lo sabré. Nunca sabré nada más de ti. Te conozco tan bien que sé que te quedarás con ella para siempre. Jamás volverás a alejarte de ella. Jamás la dejarás sola. Ella tendrá la felicidad que me negaste a mí.

No sé si es un castigo lo que me pasa ahora, justo ahora, cuando mi vida sentimental se desmoronó, cuando tengo a un hijo al cual amo mucho, pero estamos solos. Debo respirar y levantar la cabeza. Buscar el lado agradable de todo esto. Quisiera llorar y gritar. Con mi llanto acabar con todo esto que siento por dentro. Imagino que ahora es cuando debo creer en aquello que dicen: uno de amor no muere. 
Voy a dejar de escribir justo ahora. Voy a dejarte partir aunque duela. Debo dejarte ir porque ya no debes existir ni en mis recuerdos. Nuestras historias, nuestros viajes serán hechos que jamás saldrán de mi mente, pero ya no saldrán de mi boca. Quizá mientras maneje, o esté atrapada en el Metropolitano recuerde aquellos días cuando caminábamos por Castrovirreyna, debajo de la lluvia, casi abrazados para darnos calor. Cuando luchábamos por cada plaza del Minsa, cuando adoptamos a Ruffo y nos convertimos en una familia. Cuando nos asaltaron y lo único que me importó fue que estés bien... Nunca más haría algo así por nadie, excepto por mi hijo... creo que dentro de todo Dios es sabio, sabía que no podía tener dos amores tan grandes en mi vida, y él decidió que tú te vayas para siempre. 
Hay algunas cosas más que recordar, pero ya no queda tiempo. Ya no quiero darle tiempo. Espero que seas feliz y que hagas feliz a quién elegiste.
Ahora debo ir a casa a abrazar a mi hijo. Necesito su abrazo. Sus cachetaditas. Necesito dejarte ir. Pero de verdad. Dejarte ir.

No hay comentarios:

Publicar un comentario